Hambre de reconocimiento: cuando todo lo que necesitamos es una caricia

En ocasiones, todo lo que necesitamos es una caricia. Nada más. No queremos las palabras de siempre, ni esas frases que han sido expresadas tantas veces. Queremos ser reafirmados, acogidos y valorados por el contacto.

Pocas cosas ofrecen una calma afectiva y mental tan adecuada como el sencillo acto de acariciar. Es más, desde el campo de la psicología humanista y el análisis transaccional, nos dicen que toda persona necesita ser tocada por las personas que ama para sentirse “reconocida”.
La privación sensorial es una realidad que no solo experimenta el bebé con su madre, también entre las parejas puede darse en algún momento. Son vínculos donde no existe un adecuado contacto, donde la persona no es reconocida mediante la caricia, el abrazo, las palabras amables.

Ahí donde no existe trasmisión de afecto, o ese amor que va más allá de las palabras. Un niño que sufre la deprivación maternal, sufre un desarrollo mucho más lento y posibles trastornos reactivos y emocionales el día de mañana. Son criaturas que crecen con graves carencias.
También a nivel afectivo y de pareja puede ocurrir que una de las dos personas no disponga de esa sabiduría emocional implícita en las caricias sencillas, en las caricias cómplices que edifican una auténtica relación. En estos casos, el otro miembro de la pareja se sentirá vacío y dudará de los sentimientos y la validez de ese compromiso, de esa relación.
Suele decirse también que el modo en que una persona ha recibido sus caricias en su infancia determinará la forma en que las espere de los demás. Si no las ha recibido nunca es muy posible que no sepa cómo ofrecerlas, pero su necesidad por recibirlas será sin duda muy intensa a pesar de no reconocerlo. Las carencias en la infancia determinan muchos aspectos en nuestra madurez. 

Si bien es cierto que a menudo, y desde otras perspectivas se concibe el apego como “dependencia” o aferrarse demasiado a algo o alguien, desde el punto de vista humanista y afectivo, las personas necesitamos de un apego saludable para crear el vínculo.
Una caricia es el gesto mediante el cual, reconocemos, envolvemos e integramos en nuestro ser, a una o más personas. Son parte de nuestro corazón y necesitamos de ese contacto piel con piel para reafirmar emociones.
Ley de las Caricias
Todos necesitamos recibir un mínimo de caricias, no solo físicas (besos, abrazos), gestuales (sonrisas), verbales, de acción (un regalo, dejar un asiento), de atención (ser escuchados), de dedicación (ir a sitios juntos, jugar juntos, compartir), etcétera...
 
La ley de las caricias nos dice que las caricias incondicionales son las más fuertes, y que preferimos incluso tener caricias negativas a no recibir ningún tipo de ellas, que las bromas tiene un efecto negativo, que el efecto de la caricia depende de su calidad (sinceridad, personalización, dosificación).
Una persona sana da las caricias positivas que corresponden, acepta las que se merece, pide las que necesita, se da caricias a sí mismo, y rechaza las caricias negativas destructoras.
 Cuando una persona tiene escasez de caricias y hambres insatisfechos, es fácil de manipular.
 

Dr. Flavio Calvo (M.N. 66.869)
Doctor en psicología, docente, tallerista y autor